30/6/14

Relato de un ascenso por José Manuel Serrano

Tercer relato de un ascenso, este escrito por José Manuel Serrano, periodista y conocido twittero. Compartió día con nosotros en Villarreal y además sabe lo que es seguir al Córdoba desde la distancia.

Para contar cómo viví la especial fecha del 22/06/14 tenemos que retroceder unas semanas atrás en el tiempo, pero no os preocupéis que no me iré por los cerros de Úbeda. El 7 de junio tenía el acto de graduación de la Licenciatura de Periodismo en la Facultad de Comunicación de Sevilla. ¿Problema? Que coincidía con la última jornada de la Liga Adelante. Es decir, para saber si el Córdoba se metía o no en el Play Off de ascenso dependía de mi teléfono móvil y su “brillante” batería. Discursos emotivos, gente llorando y yo… bueno, con la cabeza agachada mirando toda la información que se ponía por Twitter. De todas formas tenía a mi madre en unas filas cercanas que estaba escuchando la radio y me hacía gestos sin cesar.
Se acercaba el momento de recoger el diploma. “Martínez, Montoro…” y el partido no acababa. Unos amigos míos del Recreativo de Huelva en la misma situación que yo se llevaban las manos a la cabeza por una ocasión que había marrado el Decano. Ahí ya se terminó el suplicio y antes de que dijesen mi nombre por el micrófono mi rostro se iluminó (como no podía ser de otra forma). Después llegaron las fotos con la bufanda del Córdoba y la gente que te decía: “mira que gracioso que se ha venido con su bufanda del Betis”. Señora, es el Córdoba y se ha clasificado para luchar por subir a Primera, un respeto.

Por motivos personales no pude viajar a la ciudad califal para ver la ida frente al Murcia. Lo seguí por televisión mientras me indignaba una y otra vez con los comentarios imparciales del comentarista. “Que si quieres que suba el Murcia me parece bien, pero respétanos”, decía sin cesar hacia la pantalla como si ella tuviese la culpa de mi locura. Tuve que marcharme al iniciarse la segunda mitad y nuevamente Twitter me salvó. Al llegar a casa repasé todo lo acontecido. Que si un jugador del equipo pimentonero se tira estrepitosamente dentro del área y esa acción se convierte en lo más comentado de las redes sociales, que si Xisco vuelve a tener mala suerte de cara al marco, que si te vienen a la cabeza los fantasmas de Valladolid… En definitiva, unos días de muchas dudas.

Fernando Sánchez, más conocido como “Cordobés del 72” empezó a preparar un viaje ilusionante que daría con miles de blanquiverdes en la Nueva Condomina. El precio no estaba mal y miré rápidamente mi bolsillo. “Mira, si sacrifico de aquí y en vez de recargar el bonobús voy andando a la Facultad pues… ¡venga!” Y así fue. Sin comerlo ni beberlo me planté el domingo 15 en las taquillas del Nuevo Arcángel para pegarnos una auténtica paliza para llegar al este de España. Allí coincidí con buenos amigos y seguidores cordobesistas como Arturo, Iker, Sergio o Álvaro Vega (La Liga en Números). También con la familia de Incondicionales y de Cordobamanía que estaban convencidos del pase a la siguiente ronda. Mi corazón me dijo: “tienes que ir, va a suceder algo grande”. Intenté convencer a mi hermano Nacho pero tenía que trabajar para Minuto 90 e informar de la mejor manera posible a los lectores.

Entre tapacubos que salieron despedidos de uno de los autocares hasta conductores que debían recurrir al ingenio para llegar al recinto deportivo pasaron casi 7 horas de carretera y cánticos. Cerca de las 20 horas estábamos entrando por la puerta de La Condomina y se respiraba en el ambiente que aquel día no se nos iba a olvidar jamás. Y mucho menos cuando Pedro alzó el vuelo para cabecear a las mallas el primero de la tarde. Por mucho que pedía perdón el alicantino, los gritos de los locales hacia un ex jugador del Murcia retumbaron en cada rincón. En el descanso coincidíamos unos y otros en los bares y ya teníamos en la cabeza quién sería nuestro próximo rival: “Pues prefiero que sea el Sporting y nos pegamos el viaje hasta Gijón, aunque es verdad que creo que sería más factible enfrentarse a Las Palmas”, se escuchaba entre los presentes.

Si algo define al cordobesista es su capacidad para soportar el sufrimiento y esa tarde tampoco íbamos a tener un respiro. Empató el Murcia con un auténtico golazo y estaban a tan solo un gol de eliminarnos. El nerviosismo se mascaba ente los nuestros… hasta que un “rayo” recorrió la banda para rematar de cabeza un balón y matar el partido. Raúl Bravo (que había salido al comienzo del segundo acto) se erigió en el protagonista con un soberbio testarazo que nos mandaba a casa (previas 7 horas de autocar) para soñar con que era posible subir. “Las Palmas ha pasado, ¡Las Palmas! Jajajaja, ¡vamos a mirar vuelos!” Y os digo una cosa: mirar vuelos los miramos. Comprarlos era otro cantar.

Vista la tesitura y a pesar de estar en plenos exámenes, decidí que era una ocasión única en la vida y que debía estar en el Nuevo Arcángel. “Oye, que hay septiembre y diciembre por delante” pensé con el billete ya en la mano. Llegaban los canarios a Córdoba con estrellas como Valerón, Apoño o Aranda. Marché presto hacia el recibimiento junto a Nacho Serrano y Antonio David Jiménez (que estaba el pobre medio ronco después de haberlo dado todo en Murcia). Vimos todo lo que sucedió en los prolegómenos del choque y hacia el asiento del Nuevo Arcángel.

Mi primera sensación fue de satisfacción. Miraba a uno y otro lado del campo y solo veía personas de todas las edades compartiendo un mismo sentimiento. “Si no es ahora no lo será nunca”. El Arcángel se levantó para rezar como nunca con el sentimiento de nuestro Himno. Esa maravilla creada por Queco que atrapa a quien lo escucha y convierte a todo el que duda. Si se hubiera podido contabilizar, ya estábamos ganando por goleada. Del partido poco que decir: ocasiones marradas por doquier, Barbosa en plan “hoy te lo voy a parar todo y lo sabes” y un pitido final con el que mantuvimos el aliente mientras pensábamos “se nos han escapado vivos”.

Esperando en la puerta cero a que saliera mi hermano para volver a casa salió Carlos González junto a su esposa. “Presi, ¿subimos a Primera”, le preguntaban. “No tengo ninguna duda de ello amigo”, respondía con la seguridad que le caracteriza. Me quedé charlando con el gran Juande sobre cómo habría que afrontar el encuentro en las islas, cuáles serían los puntos fuertes, los débiles, si por fin tendríamos suerte de una vez. Nos quedamos callados, miramos al Arcángel San Rafael que custodia el estadio y pareció que nos decía: “Tranquilos, está todo solucionado”.

De vuelta a Sevilla, la blanquiverde se convertía en una parte más de mí (ojo, pero bien lavada que está). En la Facultad me decían que estaba la cosa regular y yo era el primero que tampoco lo veía claro. Anulada la posibilidad de viajar hasta Las Palmas (viajar o poder pagar el alquiler del piso) decidí en un primer momento quedarme solo en Triana para vivir el partido. La mañana del 22 de junio me levanté temprano, con muchos nervios y me marché hacia la zona de la Macarena porque había quedado con Elena y Pablo para realizar un trabajo de la Universidad. Íbamos a grabar por la Calle San Luis y hablar sobre los misterios que en ella han sucedido. Fue terminar de estar por esos lares y pensé: “¿Pero qué voy a hacer solo aquí si después tengo que irme corriendo a Las Tendillas?” Pillé el bus, me planté en la estación de Santa Justa y adquirí un Media Distancia de esos que de “Media Distancia” tienen solo el nombre. Pero bueno, uno se acostumbra a esos viajes de hora y media después de 5 años.

Llegué a casa y estábamos de los nervios. Nacho se marchaba a la COPE para ayudar con la narración a Antonio David y a Fran Durán y yo, bueno, preparé las cosas para una tarde de infarto en el salón. Habíamos bromeado por Twitter que no estaría mal ganar en el último minuto y como fuese. Si llego a saber que lo que decíamos se hacía realidad seguro que hubiese añadido un “sí, ganar en el último minuto y que me toquen dos millones de euros”. Oye, que la vida está muy cara.
Todo preparado. Bajé el sonido del televisor, subí la radio para escuchar al hombre de los Micromachines y Rey Misterio y mi corazón se aceleró. Estábamos a dos horas de saber si el Córdoba estaría en Primera División o el sueño volvería a romperse en mil pedazos. Después de una primera parte con claro dominio amarillo, en la segunda no se pudo empezar peor: gol de Apoño. “Si metemos uno subimos, tranquilidad”, intentaba decir y no salía de mi boca. Estaba terriblemente acongojado (para ser fino). Los minutos parecían segundos y llegamos al momento más insólito, increíble y estrambótico que he visto en mi vida. A falta de un suspiro para concluir, unos aficionados de Las Palmas decidieron que no estaría mal hacer algo de deporte y la mejor idea que se les ocurrió fue saltar al campo y dar toquecitos al balón.

Apreté el puño deseando que todo eso finalizase. “Se están riendo en nuestra cara”, decía sin consuelo. Notaba que en breve iba a romper a llorar de impotencia ante lo que estaba sucediendo. Lo teníamos tan cerca que… que… ¿perdón? Vale, aquí es cuando cambiamos la historia, así que esa impotencia y mala leche concentrada desaparece en un estallido de júbilo. No dejéis ahora la lectura que viene lo mejor. Ejem, retomemos. Lo teníamos tan cerca que daba miedo estrellarse contra la cruda realidad. Los pocos valientes que se plantaron en el Estadio de Gran Canaria tampoco eran capaces de asimilar lo que veían. Hasta que el Dios del fútbol decidió actuar.

“El partido se reanuda faltando un minuto y medio. La juega el Córdoba por banda, es Pinillos, allá va el lateral y la pierde. El despeje llega a Juan Carlos, ¡no queda mucho tiempo! Patadón arriba del arquero cordobesista, la baja Pelayo, se revuelve el centrocampista, mira la posibilidad de pase... ¡ojo que aparece Raúl Bravo por la izquierda, remata Raúuuuuuul gooooooooooooooooooooooooooooooooooooool”. Sí, no me cataloguéis de loco. Nadie reparó en que el pobre Uli Dávila había sido el autor del tanto. La mayoría nos quedamos en el disparo de Raúl Bravo, en la medio parada de Barbosa y en ver que la pelota terminó dentro de la portería. ¿Luego qué hicisteis? Pues correr como si no hubiese un mañana por la calle, vuestra casa o por cualquier rincón del planeta. En mi caso lo único que era capaz de balbucear era un “no puede ser” mientras lloraba sin consuelo. El Córdoba acababa de ascender a Primera División.

Y no amigos, no se trata de uno de los textos que se hacen a modo de arenga deportiva. Esta historia es verídica, tan verídica como que después de ayudar a mi hermano con una noticia para Minuto 90 me marché corriendo a Las Tendillas y no salí de ella hasta bien entrado el lunes 23. Al día siguiente, sin dormir, otra vez me esperaba la Facultad para seguir estudiando y haciendo trabajos. Pero eso sí que es una historia aburrida, así que prefiero quedarme con lo vivido en estas semanas en las que pasamos de saber que somos una afición de Primera a que se certificase definitivamente.

Termino con una frase de un niño por la calle camino del centro: “Papá, ya no quiero ser del Madrid, ahora quiero ser del Córdoba”. ¡Señores!, otro más para la causa blanquiverde. Tocamos definitivamente el cielo en Las Tendillas.

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