1/7/14

Relato de un ascenso por Alberto Martínez



Toca el relato de nuestro Presidente, Alberto Martínez, fundador de la peña hace ya casi cinco años y también Presidente de la Agrupación de Peñas Cordobesistas

Ciertamente hay un momento en esta vida que pone cada cosa en su sitio, que te devuelve aquello que una vez te quitó y sobre todo que hace justicia con un pasado que era agridulce para una ciudad, para un equipo, para unas personas y sobretodo para un sentimiento.

Dos semanas antes del trascendental partido que llevaría al Córdoba Club de Fútbol a ocupar una plaza en la mejor liga del mundo revisé mi agenda junto al calendario deportivo y comprobé que por temas laborales me sería imposible viajar a ningún partido trascendental para el equipo. Desde la primera final en El Arcángel contra el Mallorca hasta el supuesto partido de vuelta de la segunda eliminatoria del playoff los tenía ocupados y tal y como está la situación económica no podía rechazar ninguno de los compromisos de trabajo que tenía pendientes y acordados. “Este año subimos” pensé y así lo dejé escrito en las redes sociales. “No voy a poder estar en Córdoba para celebrar el ascenso”.Partido tras partido mi premonición, por no llamarla maldición, se fue cumpliendo y eso me dejaba un mal sabor amargo en la boca porque quería estar allí, vivir el momento como ya había hecho anteriormente con otros ascensos, quería estar en Las Tendillas, pero no podía ser.

El el día decisivo, me desperté tranquilo. Celebraba con la familia el cumpleaños de mi sobrino y sabía que íbamos a ganar. El día que su hermano cumplía la misma edad ganamos la primera Eurocopa con la selección, eso marca una fecha en el recuerdo para que nunca se te olvide. Sabía que ese nuevo cumpleaños me daría otro buen recuerdo que almacenar. Nada más terminar la comida familiar y desatendiendo los súplicas de quedarme a ver el partido con ellos volé al punto de reunión de la peña, quería, necesitaba, ver el partido rodeado de los míos, de aquellos que sufrían igual que yo con cada jugada, de esos locos que un día decidimos montar la primera peña cordobesista fuera de la provincia de Córdoba.

Aunque no creo en la suerte, fui el único que se dio cuenta de que la bandera que siempre ondea en la sala donde vemos los partidos estaba colocada al revés y así se lo hice saber a quien la colocó. “Eso nos va dar suerte” le dije. Y así fue. Llámalo destino, llámalo fortuna o simplemente justicia divina, el caso es que estábamos en primera tras cuarenta y dos años sufriendo en los más variopintos estadios de la geografía española. Nada más sonar el pitido final me abracé a quien tenía más cerca, la cara de incredulidad de Javi seguro que era un fiel reflejo de la mía. Uno tras otro los socios de Sangre Blanquiverde nos fundíamos en un sentido abrazo que culminó cuando mi mujer me puso llorosa a mi hijo Álvaro en mis brazos. Él, a sus dos años y medio, sonriendo y gritando gol sin saber muy bien por qué y yo a mis treinta y tantos llorando como el niño que una vez fui; y siempre recordando el día que nació y le di su primer carné del Córdoba siendo cordobesista antes que inscrito en el registro civil.

Luego llegó la locura. Más abrazos (Lorenzo, Isra, Miguel, Pedro, Luisma, etc) , más de mil mensajes (y no es una exageración) y un número incontable de llamadas recibidas. La más esperadas la de mis padres, la deJavi, Consuelo y Alex desde Córdoba y sobretodo la de mi hermana y mi sobrino a quien estoy convirtiendo poco a poco en otro sufridor blanquiverde. Sólo cuando todo el mundo fue abandonando el local, y me quedé solo pude sentarme y darme cuenta de todo lo que estaba pasando y aceptar dónde estábamos y lo que se había conseguido. Entonces hice la única llamada de aquel día.

Mi tío Edmundo fue la persona que me llevó al viejo Arcángel desde pequeño, quien me dijo que no pasaba nada cuando bajamos a tercera y con quien más celebré los posteriores ascensos. Recordé como tuvo que dejar de ir al estadio por problemas de salud, el corazón no podía soportar tanta tensión en el estadio y los médicos le recomendaron dejar de seguir al equipo cuando su carné de abonado ya bajaba de entre los veinticinco primeros. Recordé como le contaba las historiascordobesista de la familia, de cómo mi abuelo ya seguía al Racing de Córdoba y de cómo su primo, mi tío, llevó en Huelva en hombros a los jugadores en el ascenso del 62. Y sobre todo recordé todos esos momentos compartidos por la pasión blanquiverde. Os podría contar una bella historia sobre la conversación que tuvimos pero solo alcancé a decir “lo conseguimos” y ambos nos echamos a llorar durante más de cinco minutos.

En fin, ésta es la historia que algún día tendré que recordar a Álvaro cuando sea mayor y no se acuerde de haber vivido este momento histórico. Esta es la historia del Córdoba Club de Fútbol, de sus gentes y de un sentimiento que una vez unió a una gran familia de desconocidos que decidió desde aquel momento llamarse Sangre Blanquiverde.

@Flandes1582

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